Hace apenas dos temporadas, Wilking Rodríguez era un despojo.
¿Un pitcher con 21 años de edad, operado del hombro? ¿Un joven que
apenas había lanzado un puñado de encuentros en clase A media, todavía
con futuro en el beisbol profesional?
No hay peor
operación para un serpentinero que las intervenciones en el hombro. La
reconstrucción del codo termina a menudo con rectas más veloces y
mejores resultados, un año después. ¿El hombro? Es impredecible. Con
frecuencia, de pronóstico reservado.
Esa fue la razón por
la que Richard Castro, supervisor de scouts de los Reales en Venezuela,
tuvo que hacer tantas diligencias, realizar entrevistas y redactar
informes, hasta finalmente asegurar la firma de Rodríguez, el nuevo
bigleaguer de la expedición nacional.
“Cuando tomamos la
decisión de firmarlo”, explica Castro, “todavía teníamos mucha
preocupación. Prácticamente perdió dos años por la operación”..
Rodríguez
tenía una razón rotunda, para aspirar a llegar a las mayores, a pesar
de haberse descarrilado. Por eso, se declaró agente libre, al cumplir
seis años con los Rays y no ser incluido en el roster de 40. Y por eso
hoy forma parte del bullpen de los monarcas.
“Se ha recuperado tan bien, que lanza a 101 millas por hora”, exclama Castro. “Es un brazo con potencia”.
El
derecho de Puerto Cabello es una de las historias más inesperadas y
felices entre los más de 300 compatriotas que al menos han tomado un
café en las grandes ligas, desde el Patón Carrasquel hasta Miguel Rojas.
Nunca
lanzó con el Magallanes, su equipo en la LVBP, antes de este llamado.
Casi ningún aficionado sabía de su existencia, camuflado entre el millar
y tantos jugadores del patio que tienen contratos con el beisbol
internacional.
Ni siquiera se mostró en los juegos de
exhibición de marzo pasado, a pesar de que fue llevado al spring
training por Kansas City. Pero Castro y su equipo veían posible que
ocurriera este golpe favorable, esta noticia que a los demás tomó por
sorpresa.
“Kansas City le está dando muchas oportunidades a los jóvenes”, explica el buscador de talentos.
Es necesario haber estado cerca de Rodríguez, sin embargo, para tener tanta certeza.
El
carabobeño nunca había lanzado más allá de clase A avanzada, antes de
esta campaña. Incluso, su experiencia en esa categoría se limitaba a
34.0 episodios en 2002, en medio de las dolencias. Los 9.0 episodios que
trabajó, apenas, fueron en categoría de novatos, mientras se
rehabilitaba.
“Pero la mayoría de los scouts lo tenían
visto desde el año pasado”, cuenta Castro. “Saliendo de rehabilitación,
ya estaba tirando a 95 millas por hora”.
El alto mando
monárquico planteó serias reservas. El equipo de scouteo en Venezuela
debió visitar al serpentinero, ya declarado agente libre, y evaluar sus
condiciones, medir su velocidad, constatar su estado de salud, averiguar
sobre su vida y personalidad.
“Hasta contacté a la gente
de Tampa, para saber cómo había sido su comportamiento”, recuerda
Castro. “Fueron muchas cosas, que no necesariamente tienen que ver con
beisbol”.
La certeza que tenían aquí no era compartida en el norte.
“Los
Reales vieron nuestros reportes y decidieron darle la oportunidad”,
continúa Castro. “Es un trabajo de hormiga, donde lo más importante era
saber cómo estaba su hombro. Tuvimos que conversar con mucha gente.
Estamos muy contentos con la decisión que se tomó”.
¿Tanto esfuerzo por un desconocido, a quien los problemas físicos parecían haber descarrilado?
Puede que todo se debiera a que, como sazón a esa recta de 100 millas por hora, Rodríguez tenía un carácter especial.
“El aspecto mental es su mayor característica”, asegura Castro. “Tiene una actitud excelente. Por eso está allí”.
Meses
después de una firma que rubricó sin haber todavía conocido la acción
en doble A; dos años luego de una operación en el hombro que puso en
riesgo su carrera y a tan poco tiempo de haberse declarado en libertad,
el apagafuegos suelta el brazo en el bullpen del Kauffman Stadium.
“Sé
que Marty DeMerritt debe estar muy contento”, sonríe Castro. “Me habló
como una hora de él, cuando lo tomamos. Trabajaron juntos con los Rays.
Creo que no hay otra persona que le haya hecho mayor seguimiento en las
menores. ‘Buena firma, buen pelotero. Seguro les va a ayudar’, me decía
todo el tiempo”.
DeMerritt no se equivocó, como tampoco se
equivocó el hombre que convenció a Kansas City de darle una oportunidad
a este porteño de recta poderosa y sorprendente carrera.
Sólo
necesitó 11.0 innings en las menores de los Reales para demostrar que
estaba listo. O al menos eso pensó Dayton Moore, el gerente general de
la divisa.
El recluta se ganó a pulso el derecho de ser tenido por prospecto.
Tomado de Ignacio Serrano
www.elemergente.com
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