Considerado el mayor ícono del deporte
venezolano en el siglo 20, Luís Aparicio Montiel arriba este martes a 80 años,
enrumbado en un legado que lo convirtió en hasta ahora el único criollo con una
placa en Cooperstown, así como innumerables registros que lo llevaron a ser el
mejor en su posición a finales de la década de los 50 y 60.
Aparicio nació en Maracaibo en 1934, y desde temprano se
identificó con el béisbol al ser mascota del club Gavilanes, donde su padre y
tío jugaban.
En una de sus tantas biografías
Aparicio contaba que si se dedicaría al béisbol jamás aceptará ser el número
dos de alguien.
“Si vas a ser pelotero, siempre debes
ser el mejor, el número uno, nunca podrás ser el número dos”.
Y vaya experiencia adquirió el orgullo
de la parroquia Santa Lucía, “El Grande” como fue conocido su padre le enseño
desde temprano los secretos en el arte de fildear, así como la disciplina del
juego, esa que le valió años después convertirse en Novato del Año en la Liga
Americana en 1956, vistiendo el uniforme de los Medias Blancas de Chicago.
En Venezuela su primera experiencia
llegó a principios de 1946, cuando su padre es contratado por el Magallanes
para el estreno de la primera campaña de la Liga Venezolana de Béisbol
Profesional, allí jugó en infantil con Valdespino.
De allí jugaría para las divisas Happy
Hit, Garage, La Principal y La Deportiva.
Cuando arriba a la mayoría de edad es
convocado a la selección nacional para representarnos en la Serie Mundial
Amateur de 1953 y a finales de año, salta al profesional con Gavilanes.
Estreno a lo grande
La leyenda cuenta que su debut se
produciría el 17 de noviembre en el estadio Olímpico – hoy Alejandro Borges -,
pero un torrencial aguacero impidió dicho encuentro y fue programado para el
día siguiente.
Así Aparicio se estrena en la LVBP el
18 de noviembre de 1953, día de la Virgen de la Chiquinquirá, patrona de los
zulianos, marcando con ello una leyenda que hoy sigue vigente.
Al año siguiente defendió la camiseta
de los Leones del Caracas, antes de ser figura con los Tiburones de La Guaira
entre las temporadas 1963-1964 y 1968-1969; antes de pasar a jugar con las
Águilas del Zulia (69-70 y 70-71) y con los Cardenales de Lara (1972-1975).
A principios de 1954 firma con los
Medias Blancas de Chicago y dos años después hace el grado en el equipo grande,
sustituyendo a Alfonso “Chico” Carrasquel en el campocorto, al finalizar la
campaña gana el Novato del Año.
De inmediato sus logros comenzaron a
ubicarlo entre los mejores y cumplió cabalmente lo que su padre le inculcó.
Nueve títulos consecutivos como líder
estafador del joven circuito, diez nominaciones al Juego de Estrellas, nueve
Guantes de Oro, un anillo de Serie Mundial con los Orioles de Baltimore en
1966, además de innumerables registros en el campocorto que fueron rotos por
Ozzie Smith y Omar Vizquel.
Su paso por las mayores incluyo además
de Chicago (1956-62 y 1968-70), Baltimore (1963-67) y Boston (1971-73). Fue
elegido al Salón de la Fama en su quinta comparecencia en 1984, siendo el
primer latinoamericano en encabezar la votación y el cuarto que llega a la
inmortalidad.
En Venezuela ingresó al templo de los
inmortales del deporte en 1973 y al museo del béisbol en 2003.
Su talón de Aquiles ha sido la
dirigencia, donde ha sido mánager de Caracas, Zulia, Lara, La Guaira,
Magallanes y Cabimas, sin mucho éxito.
El dato
Luís Aparicio se mantiene como el venezolano con más triples (92) y bases robadas (502), entre los criollos que han jugado en las Grandes Ligas.
@beisboladentro
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