El siguiente artículo fue publicado hace dos días por David Faitelson de ESPN, sin duda un excelente relato que describe la carrera de Derek Jeter, figura venerada por todos y con el camino unánime hacía Cooperstown.
El béisbol se encuentra en horas nostálgicas. Está ocupándose en
despedir a uno de los grandes beisbolistas de la época y quizá de todas las
épocas. El shortstop de los Yanquis, Derek Jeter, dice adiós tras 20 años de
carrera y más allá de los números, las estadísticas, los hechos contundentes,
está su legado principal: un pelotero desde de los "spikes" y hasta
la punta de la cabeza, un pelotero que no será medido en su porcentaje de
bateo, sus jonrones, las veces que pisó el plato, que hizo una asistencia en el
campo corto, un pelotero que promete ser medido por su carisma, su entrega, su
limpieza su gran condición de caballero en el diamante. Cada momento de Jeter
en las últimas dos décadas fue una conexión con las raíces del deporte, una
esencia romántica del juego y del atleta.
LOS ANGELES -- He despertado al menos dos o tres veces en las últimas semanas
con la misma pregunta: ¿Qué podría o qué debería decir la placa de Derek Jeter
en el fondo del jardín izquierdo del Yankee Stadium? Y quizá sea lo menos
importante, pero sin los números ni la contundencia de personajes como Ruth,
Mantle, DiMaggio o Gehrig, el texto, en letras de oro, deberá ser exacto,
contundente y altamente emotivo.
No bastarán las tres líneas, las 10 palabras, las 39 letras que luce hoy la
estatua de Babe Ruth, a quien muchos consideran el más grande jugador de todos
los tiempos: "Un gran beisbolista, un gran hombre, un gran
estadounidense...".
Para él, para Derek Jeter, habrá que buscar el mensaje apropiado.
Podría hacerlo, pero no lo haré. No pretendo llenarles de cifras, de
estadísticas, de hechos, de situaciones que ocurrieron durante las últimas dos
décadas, donde él aparecía sonriente, donde el estadio lo aclamaba y donde el
mayor de los mensajes pudieron haberse diluido en el .310 de porcentaje, los
pocos o muchos jonrones que conectó y la cantidad de veces que pisó el plato. Él
siempre fue más que esos números.
El béisbol parece estar sufriendo y a la vez suspirando por los últimos
juegos, los últimos turnos al bate y las últimas exhibiciones defensivas que el
número "2" de los Yanquis hará en los próximos días. Tras una carrera
de 20 años, donde tuvo espacio para instalar su nombre entre los mejores
jugadores de los Yanquis de la historia, Derek Jeter dirá adiós. Ganó 5 Series
Mundiales, fue a 14 Juegos de Estrellas, ganó 5 bates de plata, fue el más
valioso del "Clásico de Otoño" del 2000 y más allá de ciertos
números, de alguna polémica extraída de las meticulosas estadísticas de
algunos, se trata, sin duda, de uno de los mejores jugadores de la historia.
Pero más que un beisbolista, Derek Jeter fue siempre un pelotero.
La interpretación del término no debe ser muy confusa. Jeter fue una
conexión auténtica con el pasado del juego, con sus raíces más profundas y con
maneras para las cuales el deporte de hoy no parece tener espacio. Un atleta
profesional en estos días sin escándalos, sin escarmientos públicos, sin
actitudes exageradas, sin violencia, sin mentira, un pelotero que en muchos de
sus números no representa un tema extraordinario ni propio de una fantasía,
pero que en su simpleza, en el hecho de caminar con la cabeza erguida y de
salir a hacer su trabajo todos los días, encontró el secreto más sagrado de la
profesión: Jeter no es un beisbolista. Jeter no será recordado como el
beisbolista perfecto. Jeter será recordado como el pelotero, como una pisca de
romanticismo en un diamante, en un mundo, donde los deportistas profesionales
eran medidos por la cantidad de sustancias prohibidas en la sangre, por la
violencia familiar, por el engaño, por la cantidad de dólares que eran capaces
de generar y por la nula capacidad de entender que habían sido elegidos --por
el destino o por un ser mucho más poderoso que nosotros-- para ser los
mensajeros de algo a través de un deporte.
Derek Jeter se va y con él quizá la última expresión de lo que un deportista
debe significar en el campo de los sueños: respeto, entrega, humildad y
triunfo.
Hoy, lamentablemente, se convirtió en una cuestión de tiempo. Y el tiempo se
agota para él y el tiempo se extingue para nosotros.
Su placa, en el fondo del jardín izquierdo del Yankee Stadium, junto a la de
Ruth, Mantle, Dimaggio, Gherig, Berra, dirá exactamente lo que tiene decir:
"Derek Jeter: más que un beisbolista, el pelotero, nuestro pelotero. El
hombre que nos guió a los nuevos tiempos, el hombre que nos condujo a la
'tierra prometida', el hombre que nos conectó con nuestro pasado para
asegurarnos un presente y un futuro. El hombre que tenía el numero '2 'en la
franela pero que siempre fue nuestro numero '1' en el corazón.
A ti, Derek, nuestro capitán, nuestro pelotero, el pelotero...".
@Faitelson_ESPN
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