Antes de iniciar la temporada 2012, la gerencia aseguró que con un nuevo estadio la fanaticada iría a apoyar a un club competitivo
Esta semana los Marlins de
Miami volvieron a demostrar que no son un equipo a largo plazo. En menos de un
año, cuando asombraron al béisbol con sendos contratos a jugadores estrellas
para inaugurar su nuevo estadio, muchos pensaron que la ciudad latina tendría
un digno equipo competitivo.
Las cosas cambiaron drásticamente.
Si bien la cuantiosa inversión
no rindió los frutos esperados, Miami se deshizo de buena parte de su plantilla
durante la temporada regular, fue así como Hanley Ramírez, Randy Choate, Aníbal
Sánchez, Omar Infante y Gaby Sánchez partían hacia otros conjuntos por material
joven, nuevamente la palabra reconstrucción sonaba en la oficina de Larry
Beinfest y David Samson.
Jeffey Loria y su grupo se
portaron como unos “nuevos ricos” en las Grandes Ligas, quisieron demostrar que
tenían los recursos para armar un equipo ganador y jamás fue así. El golpe a la
afición se completo cuando decidieron remover lo poco que quedaba de su roster
actual en un megacambio, que presenta a Miami con un rostro distinto al que se
le pinto a su afición esta temporada.
José Reyes, Mark Buehrle,
Emilio Bonifacio, Josh Johnson y Jon Buck fueron traspasados a los Azulejos de
Toronto a cambio de Yunel Escobar, Adeiny Hechaverría, Henderson Álvarez y
otros novatos por confirmar.
El cambio que aún no cuenta con
la aprobación de la oficina del Comisionado de béisbol, ha retumbado en las
mayores.
Cuando la gerencia trajo a Oswaldo Guillén, aseguraron que los éxitos llegarían inmediatamente. Duró un año la promesa, Guillén fue despedido al finalizar la temporada |
Algunos ejecutivos predicen que
habrá un montón de sentimientos de ira expresados en las reuniones de los
propietarios acerca de la cantidad de dólares de ingresos compartidos otorgada
a los Marlins de Miami a través de los años. Habrán muchas opiniones expuestas
allí sobre la imprudencia con la cual los Marlins ejecutaron sus planes,
independientemente de sus motivos verdaderos –ya sea trate de apropiarse dinero
en efectivo por completo, o simplemente acomodar al club para una futura
venta-, lo cierto es que Miami no es el equipo que en el papel desee invertir
para ganar.
Y eso que cuentan con dos
títulos de Serie Mundial.
Dos títulos que al año
siguiente presentaron un desmantelamiento en su roster.
Este movimiento de la gerencia
de los peces pudiera traer consecuencias graves en un futuro. Es clara la
brecha que existe entre los grandes clubes y aquellos que se han encargado en
los últimos años de formar talento para luego desprenderse de ellos; pero las
aspiraciones de Loria y su grupo demuestran que las perdidas dentro de un
equipo son cuantiosas y difíciles de recuperar.
Ni hablar del daño psicológico que
puede causar en una afición.
Hace menos de un año, todo el
mundo observó como en el salón del Hilton Anatole de la ciudad de Dallas, los “nuevos”
Marlins presentaban a José Reyes y a Heath Bell, como sus dos nuevas firmas.
Además habían recién adquirido
los servicios de Mark Buehrle, recomendado por el promocionado mánager, Oswaldo
Guillén y, estuvieron a punto de concretar un acuerdo millonario con Albert
Pujols.
José Reyes llegó con un contrato de siete temporadas y solo completó uno con el equipo miamense. Ahora estará con los Azulejos de Toronto en la Liga Americana |
Todo esto indicaba que el nuevo
club iniciaría una prometedora campaña con el fin de destronar el reinado de
los Filis de Filadelfia.
Ahora, a poco más de once meses
de aquellas reuniones invernales de 2011, Miami luce desolado, el pesimismo
vuelve a una afición y a una gerencia que se las ingeniará para competir
nuevamente.
Recordemos que tampoco estarán
en el club, el polémico Oswaldo Guillén y Heath Bell. Asimismo, es posible que
Carlos Zambrano y Carlos Lee también sean traspasados en cualquier momento.
Este club es igual al de las
campañas 1997 y 2002, quizás si o quizás no. Lo cierto es que en ambos años
fueron campeones en parte por las estrellas que adquirieron.
Mucha espuma y poco chocolate
es lo que presenta la gerencia de los peces.
Razón tenía Oswaldo Guillén
antes de saber su despido.
“La culpa de la mala arrancada
del club viene desde la gerencia hasta el recoge bate”.
Con un estadio que se pagó con
fondos públicos en un 70% y con pérdidas cuantiosas está temporada, Loria,
Beinfest y Samson desbarataron todo, será posible que esta franquicia reciba el
apoyo que merece.
Probaron las mieles de un
paisaje que dibujaron, pero se dieron cuenta que no podían sostenerlo, la
medida fue drástica para todos.
Es posible que Selig apruebe la
venta, al final el dinero es lo que mueve al béisbol.
@beisboladentro
No hay comentarios:
Publicar un comentario